Es muy simpático vivir en una ciudad tan alocada, tan cosmopolita, tan grande y porque no decirlo, tan insegura como la nuestra. Sin embargo, este caos puede esconder experiencias y joyas que normalmente no viviríamos si no tuviéramos que andar poniendo atención en cada persona que se nos va a acercar a menos de 10 metros de distancia, de cada bache que hay en la calle, de cada crucero, de cada callejón oscuro y de cada gobernante… ejem, eso estuvo de más, ok.
El caso es que aunque entro a trabajar a las 9am y por un atajo que H tuvo a bien enseñarme (yo juro que H fue taxista Hindú en su vida pasada) hago 15 minutos a la oficina. De cualquier manera debo salir a las 8 EN PUNTO de mi casa o el crucero de viaducto es materialmente imposible de pasar, casi como querer entrar al metro Balderas en hora pico en viernes de quincena previo a un puente, lloviendo como si los ángeles sufrieran incontinencia, con los microbuses en huelga, partido del América o del Cruz Azul en puerta y manifestación del SME, uff.
Llegando a
Justo donde siempre encuentro lugar, porque se lo pido al universo, que a veces no está ocupado y me hace caso, viven 3 ardillas que se la pasan correteando por las palmeras y los cables de luz, brincan de una rama a otra, de una azotea a otra y de una barda a otra. Ayer una de ellas se sentó en el cofre de mi coche a comer sus... lo que sea que coman las ardillas. Yo traté de no moverme y no respirar muy fuerte para poder observarla, lo cual duro 3.3 segundos porque como en toda ciudad escandalosa, paso el GAAAAAAAAAAAAAAAAASSSSSSSSS asustando a JLo, así la llamo porque tiene una cola enorme y me recuerda a Jennifer con sus abrigos de piel odiados por PETA.
A las 8:55 camino hacia la oficina y antes de llegar, en el número 40 siempre está sentado en la puerta de su casa, el señor grrrrrrrr, meciéndose en una silla de ratán muy elegante. Él es un caballero de antaño, de aproximadamente 85 años que viste impecable; zapatos bicolor, pantalón perfectamente planchado, camisa blanca, chaleco a juego con el saco de pana con parches en los codos, una boina guinda y una pipa que jamás he visto prendida.
Siempre lo saludo y lo único que dice es grrrrrrrr o a veces mmmmnrrhtmg. Yo sé que sí habla pues lo he escuchado hablar con las ardillas. Talvez no hable conmigo porque no tengo una cola enorme ni pantalones de piel para lucirla, en fin…
El Señor grrrrrr observa quien pasa y quien no pasa y permanece inmóvil como una estatua de Don Quijote, cuidando a su dulcinea, es decir, la señora “aja”, (así responde ante cualquier pregunta o afirmación) y quien asumo es su esposa.
El único momento en que el señor grrrrrrrr se mueve de su lugar, es cuando viene el cartero; en ese momento, cierra su puerta y se sienta junto a la ventana de la cocina, que tiene un letrero en cartulina que dice “Correo aquí”. Entonces pone las manos con las palmas hacia arriba para cachar las cartas que el cartero le tira por la ventana. Pasados 30 segundos, el señor grrrrrrr vuelve a su puesto de vigilancia, viendo pasar la vida tranquilamente, siempre elegante, siempre estático, siempre gruñendo.
News flash: El proyecto en el que trabajaba terminó, por lo que vuelvo a formar parte de las estadísticas del desempleo. De cualquier manera, el mágico mundo de
El cierre de operaciones fue tan inmediato que sólo me dio tiempo de agarrar mis galletas Marías, mi Clight de Limón, el muñequito de Shrek que me saqué en unas donas, y mi IPOD, antes de que “bajaran la cortina”; lo que voy a extrañar es recibir cada 15 días una lana puntual sin depender de nadie ni de nada, pero sobre todo lamentaré no haberle sacado ni una palabra al señor grrrrrr, ni siquiera una leve sonrisa tipo Monalisa, nada, en otra vida será…
Sólo espero que el señor grrrrrr deje de ser un espectador inmóvil y se convierta en actor, de hecho, ojala se convierta en el actor principal de su película de vida; yo siempre he creído que NUNCA es tarde para hacer, aprender, practicar o conocer algo, como dicen por ahí, “El show debe continuar” y esto no se acaba, hasta que se acaba.
Mantra de la semana: Lo único seguro en la vida, es que nada es seguro, lo único seguro en la vida es que nada es seguro…
Me recordaste a mi abuelita, que toda su vida ahorró para ir a Tierra Santa (Jerusalén) y cuando ya tenía el dierno, comenzó la Guerra del Yom Kippur, así que ya no pudo viajar. En ese entonces tenía 68 años. Entonces decidió que con esos recursos se iba a comprar un automóvil...
ResponderEliminar-Mamá, pero si no sabes manejar -exclamaron sus dos hijos.
-Pues aprendo, ¿cuál es el problema? -respondió.
Y así se hizo de su "Peloncito", un vocho blanco que usó 14 años hasta que literalmente le fue arrebatado por sus "desalmados" hijos bajo el pretexto de que "era una amenaza pública que ponía en peligro su vida y la de los demás".
Así que tienes razón, no importa la edad, siempre se puede aprender y ser protagonista de mil y una aventuras. Saludos
PD. ¿Conseguiste gestor?
Que razon tienes, todos deberiamos ser actores de nuestras vidas, no espectadores. Bien por ti!!!
ResponderEliminarMe encanta tu blog, ya sea que escribas anecdotas simpaticas o cosas que nos hacen reflexionar, no me lo pierdo...
ResponderEliminar¡Me encantó tu blog del señor gggrrrrrrrrrrr! ¿Será que me recuerda a alguien?..........¡A mi mismo!
ResponderEliminarEsta buenismo, cada día escribes mejor. ¡FELICIDADES!