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lunes, 19 de julio de 2010

COMIDA CASERA

Hace muy pocos meses, recordé que el horno no solo se usa para guardar los moldes de los pasteles y las charolas de galletas, que a su vez, no solo se usan para tener el horno lleno y evitar el mal Feng shui, resulta ser que se pueden preparar comidas sanas y deliciosas en casa, no es un mito de los canales de cable para vender tiempos y comerciales. Cuando yo era chica mi madre tuvo una epifanía al descubrir la comida en lata, las pizzas del super, la pasta pre-cocida y mi electrodoméstico preferido, la wafflera. Así que la cocina de mi casa se convirtió en mi restaurante favorito, llena de cosas fritas, artificiales y no nutritivas. Claro, esto fue hasta que mi bisabuela, la abuela de mi papá, se mudó a unas pocas cuadras de la casa. Entonces yo tuve una epifanía al descubrir la comida casera, el arroz tipo fonda, los guisados, el mole, y mi platillo favorito la sopa aguada de pasta. Dios, comer en casa de la abuela era como ir al cielo los miércoles, casi esperaba más ese día que los fines de semana, ¡y eso era decir mucho, ya que yo solo tenía 12 años! El universo y la buena fortuna me permitieron heredar el envidiado recetario de la abuela, sí yo, dentro de toda la rapiña de los familiares, amigos y vecinos de mi querida abue, fui yo la que ganó, y adquirí un poder inimaginable, decidiendo con quién, cuándo y cómo compartir alguna de las recetas del recetario. Llegó el día en que tuve que probar que era digna del honor de poseer la llave de la felicidad, puesto que mis parientes, que viven todos en diferentes estados, decidieron invitarse a cenar en Navidad a la casa. Yo accedí ¿qué tan difícil puede ser cocinar algo que comí durante años y años? Se trata sólo de seguir la receta y tal vez añadirle mi toque personal. Con eso bastará. Abrí la caja fuerte, saqué el recetario (ya había habido muchos intentos de robo y de arranque de hojas) y ya que mis tías traerían la ensalada y el vino, elegí guisar pasta con nuez de la india, pavo a la naranja, y pastel de 3 leches. Algo clásico y sin pretensiones. ¿Pero cuantos malditos huevos son 5 centavos de huevo? ¿Cómo no se le ocurrió a la abuela, tan inteligente y bondadosa, pensar en la devaluación? Si tan sólo supiera la fecha en que el recetario fue escrito, pudiera buscar en Internet el índice y valor del peso en ese año, pero nada. Está bien comenzaré con el pavo... La receta dice así: Dos meses antes de nochebuena, se debe alimentar el pavo con piñones y cereal de maíz para que la carne tome su sabor... Pensé ¡Estoy jodida! Seré juzgada, encontrada culpable y removida de los poderes que me fueron concedidos hace años... “el recetario de la abuela” y aunque tal vez sea verdad y no lo merezca, no me iba a ir sin pelear. Inmediatamente llame a mi vecina que se dedica al negocio de banquetes y le pedí un pavo a la naranja y un pastel de 3 leches casero. Busqué en Internet qué demonios son los albaricoques y corrí al Superama por unos cuantos para ponerlos un poco maltrechos adornando el pastel, que quedó tan mediocremente adornado, que nadie dudaría que yo lo hornee. También recodé que la abuela siempre le cortaba las alas al pavo y las servía aparte. Según mis tías, esto hacía que el pavo se cociera mejor y quedara más jugoso. Otras teorías dicen que hacía las alas más crujientes, motivo por el cual, siempre había una lucha campal por ellas, navidad tras navidad. Yo sólo llegué a probar un poco alguna vez que mi madre fue la ganadora y me dio un miserable pedazo de un centímetro cuadrado. Igual me fue suficiente para adorar ese sabor por el resto de mi vida, ¡aún ahora estoy salivando! Toda mi familia cocina el pavo así, se le cortan las alas, se amarra, se mete al horno y en otro refractario se colocan las alas, que se hornean después de que el pavo se sacó del horno. Incluso ahora las esposas de mis primos, sus novias, sus familias políticas y hasta sus amantes cocinan así el pavo, con los mismos resultados, fieras batallas por las alas. La pasta si es algo que me queda bien, aunque normalmente la cocino de forma más simple, digamos con salsa Ragu o Hunts. Igual quedó de buen ver y con buen sabor, incluso corte unos tomates frescos, los pasé por un sartén y los agregué a la salsa que parecía haber sido cocinada por mi. La cena fue un éxito, salvé el honor que me fue conferido, al menos por unos pocos años más, hasta que alguien quisiera volver a retar mi autoridad. Yo tenía un sabor agridulce en la boca, feliz por el éxito pero triste por haber defraudado a la abuela. Coloque de nuevo el recetario en la caja fuerte y por el vino que bebí o la tristeza, se me resbaló de las manos, regándose por todo el piso. Me senté a llorar exhausta, triste y decepcionada, hasta que encontré bajo un zapato, un pequeño papel amarillento doblado por la mitad. Era casi una carta dirigida a mí, o eso sentí. La abuela explicaba que ella le cortaba las alas al pavo porque sencillamente no cabía en su pavera ni en su horno, que no era necesario hacerlo si uno tenía un horno grande. También decía que la mejor parte y el mayor éxito de cocinar, guisar y hornear, era sencillamente el disfrute de la compañía de amistades y familiares reunidos para contar anécdotas, historias, sonrisas, recuerdos, etc. La comida en si, es lo de menos. Y con ese delicioso sabor de boca, de haber pasado una noche maravillosa, y de alguna manera, haber platicado con mi abuela, me fui a dormir. Mantra: Cuando la compañía es buena no importa si la comida es mala, cuando la compañía es buena no importa si la comida es mala...