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martes, 23 de noviembre de 2010

EL CHIP MALDITO

Como dice mi amiga C, esto de la tecnología es recio pal campesino, y sí, resulta que estamos en la era de los chips y los passwords, nada parece funcionar sin ellos, los cajeros, los teléfonos, las computadoras, los coches, los refris y yo estoy segura que hasta el cerebro de una que otra persona… ejem… sin ofender.
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El caso es que ahora en mi gimnasio es O-B-L-I-G-A-T-O-R-I-O comprar un maldito chip de 500 pesos que se programa con el nivel de esfuerzo personal, repeticiones, alcance, nivel de grasa, peso, estatura y creo que hasta la frecuencia con que tenemos relaciones sexuales, porque sí, el sexo quema muchas calorías o por lo menos eso dicen los nutriólogos modernos que por supuesto deben de ser hombres.

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El maldito chip es un pedacito de plástico de 5 cms x 3 cms que a primera vista parece inofensivo, es más, si uno lo viera tirado en la calle ni siquiera se molestaría en recogerlo, de hecho, es casi un hecho que lo pisaríamos sin notarlo, pero… adentro del gimnasio cobra un poder insospechado, es como la criptonita de Superman, que a primera vista es nomás un pedazo de piedra verde, aunque pensandolo bien, es como los nacos de las cadenas de los antros, que en el día son seres comunes y corrientes (más corrientes que comunes diría yo) pero de noche AGARRATE, se transforman en los “Dioses de la cadena” decidiendo el futuro de los comunes mortales con la simple frase: “Tú entras pero tus amigos no” o peor, al reves; yo me imagino que así debe ser San Pedro en la puerta del cielo, un cadenero ojeis que debe de estar tan ocupado que ni siquiera tendrá tiempo de leer los currículums de las personas que están formadas esperando entrar al paraíso, seguro los deja entrar si su túnica está limpia, sus alas pachonas y su arpa afinada, en fin, yo estoy ahorrando para comprarme una túnica Chanel, por si…

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El caso es que a diferencia de los cadeneros, el chip no responde al clásico parpadeo sexy de las mujeres, no se le puede sobornar, no se le pueden regalar botellas o chocolates, ni siquiera se puede tener una conversación razonable con él, si no vienes, tienes falta y se acabó la discusión; me recuerda mucho al reloj checador de mi ex trabajo.

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Pero eso no es todo, además no deja socializar, es un tirano, en cuanto una comienza a platicar con la de junto o a bajar el nivel de esfuerzo, el maldito le anuncia al mundo por medio de un foco amarillo que se enciende flasheando como alarma de banco, que una se está haciendo güey, alertando a la instructora a venir a jalarnos la oreja y gritarnos “más arriba, más rápido, más fuerte, más ritmo, más duro, más, más, más”.

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Hace una semana que ya nadie se saluda, apenas nos miramos con un levísimo asomo de sonrisa y sudor en la frente, me pregunto, ¿qué habrá pasado con el reflujo de M? ¿Finalmente habrá servido el jugo de nopal, rábano y limón?, o si el marido de J finalmente le compró una camionetota más grande que la que le compró a su secretaria, o si F se habrá podido ligar al mesero de Play City que tanto le gusta… estos y otros asuntos vitales que se discutían ampliamente en el gimnasio, ya nunca los sabré.

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Una vez que finalmente acabamos con la rutina de ejercicios, debemos dirigirnos al cómplice número 1 del maldito chip, LA COMPUTADORA CENTRAL. En ella se inserta el chip en una ranura especial y con un bip, bip, bipppppp, avisa a todos que se están descargando los resultados del ejercicio que realizamos y que se diagraman en una silueta de mujer. Entonces el maldito chip entra en acción de nuevo, chismosa y lastimosamente; los oblicuos laterales (a saber qué demonios son esos y para qué sirven) los ejercitaste únicamente al 86% de su capacidad, el esternoscleidomastoideo izquierdo al 67.3% de su capacidad, la nalga derecha la ejercitaste al 76.5%… pues muy mis esternoscleidos y muy mis nalgas ¿que no? Allá yo si parezco payasito de semáforo, muy mi gusto.

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Me dan ganas de gritarle que el cliente soy yo y que yo pago por venir al gimnasio porque “me gusta” o porque “quiero” y que YO SOY SU AMA, pero me da vergüenza convertirme en una de esas locas vagabundas que andan por ahí hablando solas o gritándole a los árboles y a los pájaros vestida con pantuflas y calcetines envuelta en una bata rosa que en algún tiempo fue pachoncita… Lo cierto es que estoy segura de que en algunos años los vagabundos y vagabundas callejeras del mundo le gritarán a los chips imaginarios y se negaran a darles su password a los enemigos inexistentes con los que ahora pelean.

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Yo por lo pronto haré una página de Facebook que diga: Todos los que estén en contra de que los chips gobiernen al mundo y a nuestros traseros, digan me gusta, y pensaré firmemente en cambiarme de gimnasio a uno menos tecnológico, dónde le puedas decir a la instructora que te torciste el tobillo por culpa de los nuevos y fabulosos tacones Prada (cuando en realidad tienes una cruda de tu tamaño) y cómo te entiende perfectamente, te de chance de no hacer sentadillas o que te de recomendaciones de cómo bajar de peso con la dieta del melón, la pechuga de codorniz o la orinoterapia… En fin…

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Mantra de la semana: Por mi estabilidad emocional, sólo debo acercarme a los chips de Barcel, por mi estabilidad emocional sólo debo acercarme a los chips de Barcel…

1 comentario:

  1. Bien dicho!!!! Yo me uno para exterminar a los Chips antes de que ellos no exterminen a nosotros, estamos viviendo las primeras etapas de la guerra contra las máquinas.
    Además el PINChip coso ese, ¿Qué tiene que estar rigiendo nuestras vidas?
    En cuanto a lo de Sn.Pedro, yo ya me metí a clases de Arpa eléctrica, espero que allá arriba tengan donde conectarla.
    Pero con tanto muerto que hay ahora en el País, yo creo que San Piter ya se ha de haber clonado, o abierto sucursales,no? Pa atender la demanda.

    En fin, me hiciste re-flexionar....y no los músculos, me refiero a la reflexión!

    Salu2

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