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martes, 14 de diciembre de 2010

OPERACIÓN PRINCESA

Desde que era muy chica, mis padres y mi hermano sabían que algo estaba raro en mí, ya que desde antes de aprender a caminar, me la pasaba gateando por la casa buscando bronca donde pudiera encontrarla, incluso hay una película de 8mm donde mi hermano quiso agarrar uno de mis juguetes en navidad y yo sencillamente levanté mi andadera, caminé hacia él, le propiné tremendo madrazo con su juego de química Mi alegría y regresé a mi posición de “angelita en entrenamiento” con biberón y todo.

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En Disneylandia me detuvieron unos minutos en una oficina, porque le di un tremendo patadón al zorro de Robin Hood porque sólo le quedaban dos paletas y era mi turno en la fila, pero igual el maldito zorro se las dio a otros niños sólo porque estaban llorando. En ese momento entendí que la vida no es justa, y que había que aprender a luchar por que nos corresponde, que a esa edad, se traducía en doble bola de helado, 5 minutos más de dormir y regalos tan grandes como los de mi hermano.

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El caso es que yo siempre jugaba con los niños del edificio canicas, escondidillas y competíamos por quien llegaba más rápido y con menos moretones a la parte baja de una empinadísima banqueta que llamábamos Chapultepec.

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Mis fiestas de cumpleaños también eran peculiares, pues como toda fiesta infantil tenía un tema, pero a diferencia de toda fiesta infantil, los míos eran por decirlo menos, peculiares. Una fue con temática del Ecoloco, yo por supuesto hice que mi abuelita me confeccionara un disfraz morado idéntico con todo y gorro puntiagudo; en otra, todos debían ir de las brujas de los cuentos, y de hecho, organice un botín contra una compañera de la escuela que oso ir vestida de Cenicienta, entonces todas las brujas destrozamos su vestido y la lanzamos a la alberca de espuma.

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Esto despertó una alarma en mis tías quienes creyeron que yo no sólo era marimacha, sino que tal vez tenía tendencias lésbicas, que en esos tiempos (odio decir eso porque no fue hace taaaaaanto tiempo), no era aceptado el derecho de todo ser humano de tomar partido por lo que mejor le parezca, y me refiero a partido político, religioso, de fútbol, sexual, etc. Por ese motivo, comenzó en mi familia la “operación princesa”.

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Desde ese día en adelante toda mi ropa sufrió una mutación de color, de repente todos mis regalos y suéteres eran color rosa y con flores o pajaritos. Debo decir que la ropa era rosa sólo el día en que la estrenaba, porque pasadas 2 horas volvía a tornarse gris o café dependiendo del clima.

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A partir de ese día mis cumpleaños fueron de princesas, mi colcha era de princesas, mis juguetes eran de princesas y hasta mis calzones eran de princesas. A mi en realidad no me molestaba porque al fin y al cabo los suéteres, rosas o no, seguían siendo látigos para jugar al zorro, las chamarras rosas igual eran útiles para ser jalada en los patines desde las bicicletas y los tenis rosas corrían igual de bien que cualquier otro.

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Sin que mis padres lo supieran, mis tías me llevaron al “terapeuta de niños” a ver si me podían componer y lograban que me interesara en la moda o en las muñecas, como toda niña de mi edad, pero la respuesta que mis tías obtuvieron, era que básicamente yo no tenía ningún problema, simplemente era muy segura de mí misma y no me importaba lo que los demás dijeran; lo que a mi me interesaba era divertirme y la adrenalina de las competencias, los pleitos, etc, que desde luego no podía tener con las niñas del edificio porque sólo se preocupaban por los pañalitos, la ropita o la carreolita de sus muñecas.

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Mis papás se emocionaron cuando le pedí a Santa Claus un carrito de súper, y como mi vecina C tenía uno de juguete, corrieron a juguetilandia de la bodega de Aurrerá a comprarme uno igual, que a su juicio me encantaría, tenía botes de leche en miniatura, frutitas de plástico, y hasta una caja registradora. Supongo que Santa Claus pensó que algo tan sofisticado, definitivamente me volvería más mujer.

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Al día siguiente mis papás me despertaron para que viera mi regalo con todo y cámara de video para grabar mi cara de sorpresa y emoción, pero lo único que lograron capturar fue mi enojo y frustración al ver el mini carrito de súper color rosa hecho de vil plástico; yo quería un carrito de súper de verdad, para aventarme por la bajada de la calle como había visto en una película en la tele.

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El momento clave de mi vida, fue cuando entrando a la adolescencia, hojeando una revista en casa de mis tías exclame que “estaba enamorada” y señalé la foto del objeto de mi deseo.

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-¡Pero si es Estefanía de Mónaco! –exclamaron al unísono.

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Yo de hecho, estaba segura de que era un hombre, recuerden que en los 80´s Estefanía estaba en su etapa rebelde, no usaba maquillaje, tenía el pelo corto como hombre y vestía como motociclista. Uff por un momento comencé a creer que tal vez si bateaba para el otro lado, ni hablar.

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En fin… mi familia decidió abortar la operación y quererme tal y como era.

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Después de todo resulté más mujer de lo que esperaban, aprendí a cocinar (y la verdad lo hago muy bien porque me encanta), me encantan los perfumes y las bolsas, tener mi casa linda y desde hace poco más de 6 años, comparto mi vida con el hombre de mis sueños, H.

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Lo que no me interesa en lo absoluto es usar zapatos de tacón, simplemente porque ver los pies llenos de juanetes de mis tías y primas me produce nauseas, tampoco uso faldas por que alguna vez, a diferencia de la Monroe que lo hizo a propósito y que de hecho le generó fama y fortuna, yo me pare bajo un respiradero y mi falda voló por los aires, sólo que yo únicamente obtuve los chiflidos de los albañiles de la construcción de enfrente y una nalgada de un imbécil que me siguió por dos cuadras (por supuesto que ese imbécil no podrá tener hijos) de algo me sirvió la “marimachés”.

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En fin, jamás seré una princesa ni me interesa serlo, aunque en mi cabeza yo soy la reina de mi universo, sólo quiero ser libre, viajar, divertirme, conocer, aventurarme, hacer amigos, vivir… como cuando tenía 8 años.

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Mantra de la semana: Hay que ser bien específico con lo que se pide a Santa Claus, al universo, al marido y al jefe, hay que ser bien específico con lo que se pide a Santa Claus, al marido, al universo y al jefe...

1 comentario:

  1. Pau el otro dia después de todo un dia en cama con una gripa de esas que dan hoy que parecen una bomba de extraños viruses modernos que actúan de manera inexplicable abatiendo todo hasta el ánimo,llorando y deprimida harta de ver la tele y picar en la compu cualquier cosa, afortunadamente llegué a tu blog y me hiciste el dia caray ahora lloraba pero de risa, me hiciste recordar tantas cosas y verlas desde tu muy acido sarcasticón y maravilloso sentido del humor wow me encantó. Me dieron las 2 de la mañana y me dormí con una mucho mejor sensación si no en mi cuerpo sí en mi alma... Felicidades amiga que talentosa!!!

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